martes, 3 de julio de 2012

Besos. (Encontrado entre cuadernos, relatos y cuentos)

Vivamus, mea Lesbia, atque amemus,
Rumoresque senum severiorum
Omnes unius aestimemus assis.
Soles occidere et redire possunt;
Nobis cum semel occidit brevis lux,
Nox est perpetua una dormienda.
Da mi basia mille, deinde centum,
Dein mille altera, dein secunda centum,
Deinde usque altera mille, deinde centum.
Dein, cum milia multa fecerimus,
Conturbabimus illa, ne sciamus
Aut ne quis malus invidere possit,
Cum tantum sciat esse bassiorum.
                                           Catullus


Vivamos, Lesbia mía, ¡amémonos!
Y démosles el valor de un as
A los rumores de los ancianos severos.
Los soles seguirán muriendo y volviendo a nacer;
Pero, una vez que nuestra breve luz se apague,
Sólo nos quedará una noche eterna
Que habremos de dormir.
Dame mil besos, y después cien,
Y después otros mil y otros segundos cien,
Y, sin parar, hasta llegar a mil más, y después cien.
Finalmente, cuando nos hayamos dado tantos miles,
Los dejaremos en el olvido, para no recordarlos,
Y para que nadie sienta envidia
Al saber que entre nosotros hubo tantos besos.
Cátulo


Unos ojos que atraen y fuiste poco a poco separándome del mundo. Un susurro y una pregunta y cada vez estábamos más cerca. La espera y la tensión de saber lo que está sucediendo y no saberlo. Ese momento de locura en el que el conocimiento nos esquiva cuando ya todo es claro. La vida y el calor girando a nuestro alrededor, atrayéndonos.
Y vinieron tus besos deseados, esperados y sorprendentes. Besos como lluvia, sin respiro, besos entre mirada y mirada. Besos hambrientos, incrédulos. Manos que buscaban otra carne, cuerpos que afirmaban el contacto, beso tras beso, cerca de todo y en la nada. Besos en silencio, llenos de asombro, incansables, tiernos y apasionados. Besos que llenaban y vaciaban, rápidos y espaciados. Besos de seda que ahondaban, volcaban en mis entrañas y me dejaban entre tus brazos de miel con la respiración entrecortada y el alma aterrorizada.
Y tras tus besos, tus caricias, roces suaves y firmes. El calor. La luz. La palabra. Porque tras la revelación y el relámpago vienen las preguntas, explota el deseo de saber, ante la maravilla se exaltan los sentidos y se busca el fondo y el por qué. Y existe el miedo y, aún con él, el deseo de que nada acabe, de que todo siga así, beso tras beso, día tras día.
"Déjate caer, lánzate al vacío" me dijiste. ¿Acaso no lo había hecho ya? Otra vez lanzada a la sima, a la espera, a la espera, a esa tortura sutil. "Confía en mí". ¿Qué puedo hacer si no?
Volverás a mí. Un día afilado y nítido como una espada. Volverás a mí. Con tu sonrisa que ilumina el mundo, con tu mirada que me turba... y me recordarás todo lo que dijimos. Y serán los besos, beso tras beso tras beso, hasta que yo me deje arrastrar porque lo estaré deseando y caiga definitivamente a tus brazos, al fondo de tus brazos.
"Confía en mí". Volverás a repetir. Y lo haré. Porque es sí, sí, sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario