El Extranjero
Es poco alentador descubrir que se ha dado
esquinazo a la vida. Sólo se vive
intensamente al precio de uno mismo.
El gran dios Pan
M. John Harrison
Breve carta a un desconocido perfecto
A veces, no es justo, se me engancha el aburrimiento de un movimiento de tu brazo y te sigo sonámbula haciendo como si no. Otras, me quedo enredada en el brillo que descubro en el centro de tu mirada y algo se me escapa hacia el cielo y el mar, la hierba y el sol. y no está bien que se me distraiga así el alma en pleno invierno, como si fuera primavera y afuera estuviera esperando el blando prado de los días ociosos.
No me gusta. No me gusta tener la cabeza tan llena y el corazón tan espacioso. No me gusta, estar saciada de conocimiento y hambrienta de caricias, de la flexión de un músculo ajeno cerca de mí, del sonido de otra boca cerca de mi cuello.
Y es que hay algo que llama al sueño en la curva de tu barbilla, en la suavidad de tus párpados.
No sé qué extraño calor es éste, que me sube del centro del estómago y lanza zarcillos temblorosos al pecho y los muslos. No sé qué extraña combustión es la que se opera dentro de mí cuando estás cerca y, sin querer, sin querer, sin tú querer y yo queriendo, me rozas como un deseo. No sé qué bochorno es éste que, rodeada de hielo, me atenaza y me hace pensar qué tiernos y mórbidos podrían ser tus labios bajo los míos, tu cuerpo sobre el mío, tus manos en las mías: qué sabor tendrán tus suspiros, cómo sonarán tus caricias, a qué olerá tu dulzura, tu amor, tu pasión.
Aquí estoy, desconocida. Me pierdo para ti y es como si me perdiera para el mundo. Nada sabrás de mí, de mis desvaríos. Me perderé en tu indiferencia y te perderé; perderé los rincones escondidos de ti, aquellos que ocultas a todos. Perderé sin tu amor, la posibilidad, la potencialidad: mi otra cara, tu otra cara, nuestros verdaderos rostros.
Y lloro por lo que no conoceré de ti, por lo que no descubriré de mí, por lo que no sabré que pierdo.
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